sábado, 31 de julio de 2010

Culpables

La salud está de moda. Esto es así. Lo vemos en los anuncios de la tele, en las revistas, en la proliferación de herboristerías y centros de yoga. Aunque tampoco se trata de algo novedoso, claro, es ahora cuando se están creando muchas más redes, libros, blogs y negocios sobre la importancia de buscar la salud. Y existen todo tipo de vías, desde las más puristas basadas en la alimentación y el higienismo, hasta otras más parecidas conceptualmente a la alopatía, como la suplementación natural (en vez de tomarme un analgésico, me tomo harpagofito).

Y me parece bien, es decir, lo veo normal en el contexto en el que estamos, rodeados de cemento y con las defensas y la moral por los suelos. Veo muy lógico y legítimo que cada cual busque la manera de ser más feliz y de potenciar su salud. Es verdad que es una pena que se ponga en venta la naturopatía (cuando es una cuestión de información y de hábitos) y haya surgido un mercado alrededor (del que formo parte, por cierto) pero me parece bueno dentro de lo malo... De todas maneras éste sería otro debate que no es el que ocupa el post que yo quería escribir, aunque está relacionado.

Yo quiero escribir sobre algo que me inquieta un poco en este mundillo natural en el que me muevo y que hace tiempo que llevo dándome cuenta. Se trata de la presión social y personal que arrastra el ideal de estar sano. Creo que es una de las consecuencias más negativas de todo esto, y que es algo que se opone directamente con el objetivo de cualquier hábito, dieta o terapia natural.

El "no cuidarse" genera mucho estrés. Y por supuesto que esto depende de cada persona, pero está todo muy bien planteado para que diferenciemos el bien del mal, lo que debemos comer de lo que no, lo que debemos hacer de lo que no, LO QUE DEBEMOS PENSAR DE LO QUE NO. Y lo digo como la primera estresada, que conste, que cada día me dedico mi ratito mental de tortura para pensar qué debería haber hecho hoy a favor de mi salud y que no. Y es difícil darse cuenta de que te estás presionando a ti mismo en muchos casos y muy fácil leerse otro libro sobre alimentación sana. Pero estoy en el mundillo y es que es verdad que se castiga mucho al mal hábito. Como ejemplo muy extremo, os diré que estoy en unas clases de cocina energética y que un día de práctica en cocina una chica se equivocó en la receta y casi se puso a llorar de lo que le iba a decir la profe al darse cuenta. Fue algo lamentable, la verdad, que una persona que paga un curso de cocina sana sienta esa presión estando allí. Pero también la entiendo, porque nos mete mucha caña la profe y hasta ridiculiza en público a sus alumnos. Es así, a mí me la jugó en una clase porque le dije que cuando salía bebía cerveza y estuvo haciendo chistecitos desde entonces. Cada vez que se habla del alcohol me hace un comentario y la gente vuelve la cabeza sonriente a mirarme... Tiene cojones o no. Y como esa historia tengo mil. Pero bueno, esto es un extremo, ya digo.

La cosa es que esta búsqueda de la salud debería hacerse de una manera libre, no deberíamos sentirnos mal si no la llevamos a cabo, si nos saltamos las reglas. Creo que es más perjudicial el sentimiento de culpa que beber cocacola, que fumar o que comer patatas fritas con ketchup. Esto ocurre también en otros campos ideológicos y políticos, en los que cumplir unas normas acaba siendo más importante que el hecho de buscar nuestras propias respuestas, sin presiones, simplemente con interés y entusiasmo. Lo que pasa es que en el campo de la salud, esta actitud moralista y castigadora (ya venga el castigo de dentro o fuera) es contradictoria al ideal que se predica, y se convierte en algo absurdo... Y deja de merecer la pena, al final.